martes, 19 de enero de 2016

por Alonso Nuñez del Prado

Recuerdo que hace más de treinta años –mientras cursaba mi MBA y hacía una especie de práctica en el Departamento Internacional de Cigna– me sorprendió en Nueva York comprobar que las aseguradoras y reaseguradoras extranjeras no registradas en el Estado podían libremente vender seguros sin ninguna restricción. Su única obligación era informar que, efectivamente, no estaban registradas y entonces el cliente podía tomar su decisión comprándoles o no y asumiendo un cierto nivel de riesgo, ya que no estaban supervisadas por el Departamento de Seguros del Estado. Como es obvio, estas aseguradoras estaban supervisadas, como en todo el mundo, por la entidad competente de sus respectivos países, muchas veces tan o más eficiente que el neoyorquino que es uno de los más exigentes en los Estados Unidos. También se daba el caso de aseguradoras domiciliadas en paraísos fiscales cuya supervisión no era la ideal; pero todo esto lo sabía el cliente y tomaba su decisión y asumía los riesgos inherentes al caso.

En nuestro país, las personas y empresas pueden comprar seguros en el extranjero (una concesión que tuvo que hacer a principio de los noventa el gobierno de Fujimori al Banco Interamericano de Desarrollo durante la negociaciones para la reinserción en la comunidad internacional), pero está prohibido venderlos, lo que es a todas luces absurdo, pero la Internet y el uso de algunos artilugios legales hace que algunas aseguradoras extranjeras vendan seguros, sobre todo de vida, en el Perú lo que afecta a las compañías locales en la colocación de los suyos en especial en los sectores A y B. ¿Por qué hay personas que compran seguros a empresas no registradas en la SBS? Por la sencilla razón de que son más baratos y las aseguradoras extranjeras como es de esperar están supervisadas –muchas veces con más eficiencia que aquí– en sus propios países, en Estados Unidos la mayoría.
Muchos recordarán que nuestro país vivió muchos años protegiendo su ‘industria’ con altas tasas de impuestos a la importación, pero cuando llegó la moda neoliberal y se bajaron los aranceles la mayor parte de nuestra seudo-industria tuvo que cerrar y la que subsistió se vio obligada a competir con la extranjera. Desde entonces podemos decir que nuestra industria (la sobreviviente y la que se constituyó después) es verdadera y real y no un grupo de ´fábricas’ que importaba las piezas y armaba automóviles, televisores, entre otros y los vendía mucho más caros que en el mercado internacional. Sin embargo, la ‘protección’ ha continuado con nuestra industria aseguradora y todavía no permitimos que compita libremente con la extranjera. ¿Por qué?

La mayor parte de ejecutivos y accionistas de nuestras compañías de seguros son defensores del libre mercado, pero como suele ocurrir en otros casos los principios se acaban cuando se afecta el bolsillo. Las razones que se arguyen son las de proteger al asegurado de compañías que les vendan productos que más adelante no puedan honrar, pero esa es la misma lógica que se aplica cuando el Estado regula la compra de comida chatarra tan criticada por el sector neoliberal.

Como ya indiqué una persona o empresa que compre un seguro a una compañía extranjera tendría que ser informado de los riesgos que asume y no creo que sea necesario que el Estado la obligue a comprar en el mercado peruano. Creo que ha llegado la hora de dejar de proteger a nuestra industria aseguradora y que ésta enfrente la competencia que tienen los otros negocios. Las consecuencias serán similares a las que tuvo la baja de aranceles y subsistirán las compañías de seguros que hagan su trabajo profesional y eficientemente y las otras tendrán que liquidarse.

La globalización tendría que alcanzar a todos los sectores y una industria aseguradora competitiva sólo favorecerá a los usuarios, como ha ocurrido en los otros negocios en que no sólo hay otros productos que antes no se conseguían, sino que son de mejor calidad y menor costo.

San Isidro, 19 de enero de 2016
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